lunes, 1 de diciembre de 2008

Marinero (y III)

Salvado por el sol resplandeciente. Frío en el exterior, calor interno. Ya no importan ni los estigmas ni el agua salada que empapa el horizonte. Sólo queda la calma tras la tormenta; todo en ruinas, silencio, tranquilidad. Hasta las estrellas se han hartado ya de sus propios parpadeos incoherentes. Ahora se refugian tras la fulgurancia del astro rey. Algún día tocaré la tierra, pero las velas y mis mástiles, mis camarotes y los timones seguirán siendo marinos. Para siempre.

Separar

Algunos ladrillos son maléficos, otros simplemente benévolos. Alambrado, vallas y soldados. Balas y metales pesados. Pesadas cargas e histéricos lamentos, el otro lado. Un lado que no existe. Unas vidas que no merecen ser vividas. Voces que no son dignas de ser escuchadas: pobres, hambrientos, negros y moros. Hombres que no son hombres, olvidados por los derechos pero siempre con deberes. Jaulas continentales, cárceles que son países enteros, atracados y obligados a callar. De rodillas por la masa de los tanques y el uranio. Sangre roja y caliente como la de ellos. Como si no lo fuera como la de muchos otros. Sólo nos queda la esperanza y un par de pañuelos.

Marinero (y II)

Sin remos remo, surco la espuma escarlata. Creo sin creer, me hundo mas floto. Dejo que las frescas gotas resbalen sobre mi mejilla, lágrimas mías pero ajenas. La tormenta me desgarra el rostro, éste que he perdido y vuelto a hallar, cada vez uno nuevo: el mismo. Mis máscaras y las suyas se entremezclan, se confunden, intentando mantener una parte de nosotros, sin saber cuál ni cómo ni por qué. Montañas de coral cubiertas por selvas de algas grises. Balsas de tiernos recuerdos amargos. Éstas son las heridas que nunca cicatrizan.

martes, 25 de noviembre de 2008

Marinero

Navego, sólo agua alrededor. No vislumbro tierra, pero no me preocupa. Mis pensamientos están ocupados con las fosas abisales del fondo océanico, donde habita el monstruo que azota mi embarcación. Sé que el casco es duro, pero lo que no sé es cuánto. Su distorsionada sombra acompaña mi rumbo, a veces tan cerca que oigo su terrible aliento; otras tan lejos que su presencia no parece más que una terrible imaginación. Los vientos ya no me son favorables, las estrellas rehuyen mi astrolabio, la niebla se ha aliado con la noche contra mis ojos. Capitán y grumete, todo se resume en mí mismo. Sólo yo contra el mar y sus secretos. No deseo llegar jamás a puerto.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Lago

Tus pies de barro en la orilla los consumen tus propias aguas. Ardes y te secas. Fría, calculadora, apuntas bien al corazón de la mansa extensión de líquido. ¡Plof! Cae otra piedra, bien elegida, bien escondida. Cada una que se hunde en el lago, no trae sino revuelto de lodo. Del fondo. De los abismos inexplorados. Las ondas poco a poco se apagan, después de un corto recorrido. Mas el lodo flota hasta la honesta superficie, removiendo flacos sentimientos, vagos recuerdos del vacío. Pero no tarda en volver a la oscuridad, emociones censuradas, recortadas, amputadas. El lago ya no recuerda de tus turbulencias. Ya no recuerda tu nombre. Ya no recuerdas tu pasado.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Hundido

Ya no soy nada. Destruído en superficie y en profundidad. Tocado en la línea de flotación. Ya no para de entrar agua. Mis marineros ya no son capaces de detener la inundación de mis sentidos, de mis acciones, de mi yo. Los motores se han parado, el ancla está echada y los botes salvavidas inservibles. No consigo distinguir babor de estribor, proa de popa. El agua y la sal rellena mi interior, puro mineral y fluido primordial. El azul sin fin reclama mi presencia en su seno, de donde surgí. Ya me rindo a sus cantos de sirena y sus olas de Poseidón. Vuelvo al caldo de donde surgió toda vida. Destruído pero no muerto. Inmortal en su seno, vivo en su alma.

Menos seria

Cada vez que tu sombra me sobrevuela no siento sino decepción. Comunicación es la palabra clave. Te pareces a tu sombra, muda y fría, oscura y plana. Siento dentro de mí tu errar, vagando entre mundos. No sabes a cuál perteneces y pretendes que yo lo sepa. Tu boca cerrada no suelta letras con sentido; ya sólo me queda un recuerdo. Me diste lo que te sobraba, me regalaste tu cuerpo y yo el placer, ¿es todo? Eso escribiste en los campos de la verde sabiduría, donde las ondas se perdieron en el sin fin de la evolución. Atrapada en tus redes psíquicas, atascada en el pozo de la adolescencia: la luz no siempre es la salvación. Engancha el maldito reloj y recorre tu interior. ¿Acaso ves razones o simplemente hechos? ¿Decisiones o simplemente causas? ¿Libertad o simplemente manipulación? Dos palabras te bastaron para definirnos y la extrañeza para separarnos. El reloj sólo se detiene para ti.

Chocolatinas insípidas/Calamares verdes

Ella nos dio su cuerpo y yo me lo fumo y la siento dentro de mi y se revuelve en mi sangre y me llega hasta la punta de los dedos y su sabor me alegra el día y por fin sonrío aunque todo vaya fatal. No me mires con esa cara, mi rostro la refleja. Ella es prisionera de sus inútiles leyes y yo la ayudo a existir, es su derecho, exterminadores de especies. La lava del volcán fluye en mis pulmones y deseo ser. Cansada de sus mentiras y yo la consuelo a mi manera. Te doy las gracias por la tranquilidad, la creatividad y el volar. Es hora de comer.

Atasco

No encuentro la salida de mi interior. Soy prisionero de mi cuerpo. Quisiera expandirme hasta el infinito, como los gases. Ser una molécula sin rumbo fijo y vida eterna; verlo todo, experimentarlo todo y olvidarlo todo para volver a disfrutarlo, cada segundo único e irrepetible. Quisiera ser como la espuma del mar, que rompe para unirse con el todo y volver a surgir, como si no hubiera existido nunca antes. Ser una gota de agua que pertenece al océano universal y no cansarme de serlo. Quisiera esconderme dentro de ti para ser otra persona y yo mismo a la vez, uno y dos. Ser dos seres en uno y crecer hasta unificar al resto de personas en una: la humanidad.

Estado de confusión tras un corto encuentro

Como los colores, mis sentimientos se mezclan en un todo amorfo y no soy capaz de distinguirlos. El vacío del estómago y la confusión de la mente me llevan a la tristeza, madre de las lágrimas e hija de la soledad. El frío de tu cariño y el calor de tu sábanas agrieta aún más la tabla sobre la que me hallo. Confundo tus labios. La lejanía dibuja tus radiantes sonrisas inocentes sobre el fondo rojo del estrecho. ¿Acaso estoy encadenado por tu cartera? Nado entre tu aprecio y tu amor, pero no llego a anclar en ninguna orilla. Perdido en otra tierra, perdido en mi laberinto, perdido entre tú y yo.

Envenenado onírico

Aún no he encontrado la luz en el subsuelo. No he ascendido como persona, sino como mentira. Una vulgar mentira sin sueños concretos, perdido en un mundo asquerosamente material, que me obliga a seguir las reglas de una sociedad que no comparto. No paro de ver sus injusticias, su hipocresía, su autodestrucción; y jugando me hago más mentira. No encuentro el interruptor que ponga fin a esta soledad de espíritu. Por muchos cauces fluye mi tristeza, pero sólo para volver a rellenarse, como una agridulce jarra de cerveza. Diminutos parches que se despegan con mocos y lágrimas, dolor de cabeza y náuseas. Acorralado por mi sueño imposible, ¿lo cambiaré para poder sobrevivir en tu mundo de muñecos?

Suma

Eres una suma de números complejos, números imaginarios que se dedican a contruir la vida y perpetuarla. Tus descendientes llevarán tu información, porque tan sólo ello es seguro. El resto es nieve que en verano se deshiela y fluye como agua en tu interior, en tu sangre, en tu linfa... el tiempo nunca se para y destruye hasta al infinito. Si pretendes desafiarlo, desengañate; que se lo pregunten a las momias. Eres el factor de tu cuerpo y tu entorno, el resto de tus antepasados. Puedes rebuscar en tu memoria: no vas a encontrar nada. Réstale tu vida al sin fin, no hay diferencia. Se nos ha impuesto un límite inquebrantable, un límite para la muerte, un límite dentro del infinito. Ni siquiera la nada se libra, dónde hubo un cero, habrá un uno. Uno dividido en sus partes elementales, que a su vez se dividen sin final. ¿Dónde está el fin? Para ti, más cerca de lo que piensas.

Sarta de mentiras

Tu libro es el elogio a la ignorancia. El miedo a lo inevitable, la terminación, el final. Entidades aladas que personifican el bien y el mal. Moral torcida, llena de incongruencias y contrasentidos. La muerte como perversión, como maldad, como temible. Palabras que justifican el dolor y la muerte de millones de personas reales, no personajes mitológicos omnipotentes y omniscientes. Inexistentes. El saber duele, la verdad hace sangrar la mente. Deseos estúpidos de inmortalidad y entes creadores infantiles, celosos y llorones. Castigo o premio, nosotros ya no somos niños. Dadnos razones y creeremos. No hay más razones que el papel y la ceguera.

Proceso de locura

Una delgada línea dibujan tus libros y nuestra historia. La gran masa de carne humana dicta qué es verdad y qué es mentira, aunque no lo sean. Océanos de pensamientos y multitud de sentires. ¿Quién siente la verdad? ¿Sabe el pollo a pollo para todos? ¿De qué color es el rojo? Alguien que está y no está, sólo en tu mente. Ése eres tú, no el otro que se encuentra más allá. Buscas el fin o el principio. Todo está unido, pero separado. Arriba a veces es abajo, pero abajo nunca es arriba. ¿O era al revés? Sin duda que dudo de que esto sea mentira, pero no quiero no quererte. ¿Esa jeringuilla es para mí? ¡Qué bonita y dolorosa!

El interior fuera

Apenas distingo la puerta entre la oscuridad. La oscuridad, creadora infatigable de seres horrendos pero inexistentes, avivadora del fuego de la imaginación del miedo. Terrores, horrores, errores que rondan por mi cabeza; ella sabe qué temo, qué anhelo, y no duda en poner mi inconsciente entre mi cama y la puerta. Sin embargo, soy mucho más fuerte que ella. Mis ojos me pueden engañar, ella me puede engañar, pero mi razón y mi corazón no engañan. Ellos son mi escudo y mi salida a la realidad. Siempre confío en ellos.

Ascensión a ningún lugar

Ante mí la montaña que lleva tu nombre, de belleza sincera y natural. Sin caminos, sin señales, sólo amanece para mí más allá de sus límites; sigo perdido entre sus bosques fascinantes y eróticos. Ligeros derrumbres y erosión; movimientos orogénicos la hacen más viva que nunca, a veces más viva que tú misma. El frío de la soledad reina entre las rocas que se ofrecen al descanso. El verde escasea en la ascensión, las piedras enseñan sus dientes y el viento sus puños. Sólo queda de ti el azul oscuro tintado de estrellas y lunas doradas. La nieve cubre las rocas y las gargantas son trampas infames. El frío de la tristeza ya llega más allá del corazón. La ansiada cima: aparte de la indudable belleza del paisaje, sólo queda de la montaña vacío frío y viento.

Emperador de la naturaleza del egoísmo y la hipocresía

Silbidos lejanos de aves mitológicas rellenan el silencio entre hojas pardas. Olivos sin ramas podadas por la mano mecánica del dios del acero. Aguas turbias de semen de ranas y sapos en celo. Rubíes de excrementos de perras sucias adornan mi corona de hojalata maloliente. Ante mí se rinden tus reyes y presidentes; a mí entregan su voluntad y deseos. En mis ríos de cadáveres depositan sus muertos para dejar libres sus memorias de papel. En mi mano depositan lapos de obediencia y vómitos de servidumbre. La mentira medieval. Mientras tanto, tú no olvides susurrarles al oído tus anhelos e introducir tu sobre en la caja de cristal del genio, pues éste soy yo.

Un cortocircuito en mi cabeza (cerca del ojo)

La pintura azul gotea detrás de mi cristalino, espesa como mi cerebro. Pronto cristaliza, hermosos reflejos de colores; náuseas, jaqueca... Pronto, mi visión del mundo se reduce a manchas multicolores flotantes, que se expanden, aniquilando el mundo, tragándoselo. Siendo un hormigueo en mi lengua anquilosada y en la punta de los dedos, como rancios, molesto como un guante de tela. Se me cierran los ojos y duermo.