lunes, 1 de diciembre de 2008
Marinero (y III)
Salvado por el sol resplandeciente. Frío en el exterior, calor interno. Ya no importan ni los estigmas ni el agua salada que empapa el horizonte. Sólo queda la calma tras la tormenta; todo en ruinas, silencio, tranquilidad. Hasta las estrellas se han hartado ya de sus propios parpadeos incoherentes. Ahora se refugian tras la fulgurancia del astro rey. Algún día tocaré la tierra, pero las velas y mis mástiles, mis camarotes y los timones seguirán siendo marinos. Para siempre.
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