martes, 25 de noviembre de 2008

Marinero

Navego, sólo agua alrededor. No vislumbro tierra, pero no me preocupa. Mis pensamientos están ocupados con las fosas abisales del fondo océanico, donde habita el monstruo que azota mi embarcación. Sé que el casco es duro, pero lo que no sé es cuánto. Su distorsionada sombra acompaña mi rumbo, a veces tan cerca que oigo su terrible aliento; otras tan lejos que su presencia no parece más que una terrible imaginación. Los vientos ya no me son favorables, las estrellas rehuyen mi astrolabio, la niebla se ha aliado con la noche contra mis ojos. Capitán y grumete, todo se resume en mí mismo. Sólo yo contra el mar y sus secretos. No deseo llegar jamás a puerto.

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