martes, 25 de noviembre de 2008

Marinero

Navego, sólo agua alrededor. No vislumbro tierra, pero no me preocupa. Mis pensamientos están ocupados con las fosas abisales del fondo océanico, donde habita el monstruo que azota mi embarcación. Sé que el casco es duro, pero lo que no sé es cuánto. Su distorsionada sombra acompaña mi rumbo, a veces tan cerca que oigo su terrible aliento; otras tan lejos que su presencia no parece más que una terrible imaginación. Los vientos ya no me son favorables, las estrellas rehuyen mi astrolabio, la niebla se ha aliado con la noche contra mis ojos. Capitán y grumete, todo se resume en mí mismo. Sólo yo contra el mar y sus secretos. No deseo llegar jamás a puerto.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Lago

Tus pies de barro en la orilla los consumen tus propias aguas. Ardes y te secas. Fría, calculadora, apuntas bien al corazón de la mansa extensión de líquido. ¡Plof! Cae otra piedra, bien elegida, bien escondida. Cada una que se hunde en el lago, no trae sino revuelto de lodo. Del fondo. De los abismos inexplorados. Las ondas poco a poco se apagan, después de un corto recorrido. Mas el lodo flota hasta la honesta superficie, removiendo flacos sentimientos, vagos recuerdos del vacío. Pero no tarda en volver a la oscuridad, emociones censuradas, recortadas, amputadas. El lago ya no recuerda de tus turbulencias. Ya no recuerda tu nombre. Ya no recuerdas tu pasado.